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Ficción Literaria – No Te Salgas De La Fila

Cual típica oficina gubernamental la fila era devastadoramente larga. Digamos que desde el final de ésta no se veía el principio. Era como imaginar un largo paso ferroviario, cuyo comienzo es palpable pero el final se presta para que la imaginación se manifieste en toda su expresión. Había cuerpos de diferentes formas y edades.

Mi llegada a la fila fue inusual. No sabía dónde estaba, ni hacia dónde dirigirme, así que empecé a hacer la fila en el primer lugar que encontré. Después de un rato esperando y sin moverme decidí preguntarle a la persona justo al frente mío para ver si me daba un poco de dirección. Era un hombre grande y robusto y su toga blanca le quedaba bastante ajustada. Como si se hubieran acabado los de su talla y le dieran una de un tamaño más pequeño.

[Joven] – Permiso señor, ¿Lleva mucho tiempo en la fila?

El hombre se volteó sólo a mitad y con una voz de dormido me contestó.

[Señor] – Depende de lo que quieras decir con mucho. Aquí estamos hasta que nos llamen por número.

[Joven] – Entiendo. Gracias – le contesté. Pero aun seguía sin saber qué rayos estaba pasando.

En eso pasó un agente del lugar. Era una mujer con el pelo recogido y un cuerpo bastante delgado. Asumí que era un agente ya que tenía unos colgantes de identificación en el pecho y su atuendo era diferente al de los demás.

[Joven] – Permiso. Tengo un problema. No sé dónde rayos estoy, no sé qué rayos hago en esta fila, ni cómo llegué. ¿Me podría dirigir?

[Agente 1] – Dios Mío, ¿Qué rayos sucede con la línea de producción hoy día? ¿Ahora están saliendo sin saber leer? Mira joven, eleva la vista. ¿Qué dice ahí arriba? Dice “Reencarnados”. ¿Y qué dice acá? Aja, dice “Recién Llegados”. Si no recuerdas nada, debes ser recién llegado así que salte de ahí, y métete acá y no te salgas de la fila. Ahí te orientarán y te darán tú número y toda la información que necesites. Sólo ten paciencia.

[Joven] – OK, gracias. – Qué grosera, pensé.

Y así me cambie de fila e ingresé a la de “Recién Llegados”. Ahí todos parecíamos de la misma edad. ¡Qué lugar éste! Enorme y completamente blanco. Como un canvas aún sin ser explorado por el capitán del pincel. Un enorme salón lleno de filas que parecían serpientes por la forma en que estaban organizadas. Con excepción de las pinturas colgando de las paredes a la extrema izquierda del pasillo que eran color bosque selvático con puntitos amarillos y un marco color carbón, todo lo demás era blanco. Los agentes vestían trajes completamente perlados desde la camisa a los zapatos, pero los bolígrafos sujetos en sus bolsillos frontales de sus camisas eran negros.

Después de un par de lo que parecían como horas, fui llevado junto con otros cuatro a una oficina, donde nos explicarían todo lo que necesitaríamos saber y nos darían nuestro número. En la habitación a la que nos llevaron, el ambiente se sentía diferente. Era como cualquier otra oficina con un diván, varias sillas y un escritorio. En esta habitación no todo era blanco, y el color predominante era más crema, como para distinguirle de lo demás. Un hombre salió de una puerta contigua. Sus credenciales eran diferentes a las de los demás. Su expresión facial era más seria y su presencia imponía autoridad.

[Agente 2] – Bueno las caras perdidas me lo dicen todo. Empezaré diciéndoles que ustedes son las más nuevas adquisiciones del departamento Interestelar. En otras palabras son Almas Nuevas. No han vivido ninguna vida, y ni siquiera tienen un número asignado, sólo una pre-programación que les permite hablar y entender algunas cosas básicas. Ahora les explicaré cómo funciona todo. Cuando ustedes llegan nuevos por primera vez, vienen y tienen esta pequeña charla conmigo, aprenden sobre su propósito, su trabajo y su primer número de identificación de lo que será una extensa travesía. Número uno: empecemos con su propósito. Nosotros tenemos contrato de distribución de almas en la zona norte del universo. Por lo general nos concentramos en nuevas estrellas en necesidad de ejemplares de fábrica. Debido a que aparentemente allí no tienen otro pasatiempo, el grupo más reciente, que los incluye a ustedes, irá a la Tierra. Un planeta bastante jodío y no parece que se ponga mejor, pero copulan como si no hubiera un mañana y los pedidos de órdenes nos han llovido recientemente. Ustedes llegarán bajo un proceso que se llama “nacimiento” que luego alguien les dará el video para que entiendan como es la pendejá, y se desarrollarán como individuos. Obviamente una vez allí no se acordarán de este proceso aquí, al menos en su consciente, pero en su subconsciente tendrán sus metas grabadas. Éstas pueden o no pueden ser cumplidas, depende de ustedes, pero tengan por entendido que cada uno de ustedes tendrá una meta en específico.

[Joven] – ¿Y qué sucede si no nos gusta?

[Agente 2] – ¿Quién dijo eso? Antes que nada, ustedes están aquí para escuchar, no opinar. Segundo, eso no es negociable. Como estaba diciendo…

[Joven] – Pero, ¿y por qué usted tiene la potestad de decirme qué hacer con mí vida en la Tierra? ¿No debería ser yo el que tome esa decisión?

[Agente 2] – OK ya me estás molestando, ¿quién eres tú? A ver…ajá, tú, 072478-132467. ¿Sabes lo que significa eso? Claro que no, qué estoy diciendo. Eso significa la fecha en que nacerás antes del guión, y después del guión el número de nacido de ese año. Y ahora que ya puedo identificarte, DEJA DE HACER PREGUNTAS. Sólo escucha y ya.

[132467] –Está bien.

[Agente 2] – Bien, como estaba diciendo: a cada uno se le otorgará su misión, y su número. Allá en la Tierra, su familia les pondrá un nombre, el cual sólo será valido durante esa vida aunque algunos adoptan ese primer nombre cuando regresan acá, supongo que por sentimentalismo. Yo qué sé. En fin, una vez termine el tiempo para su misión, sea completada o no, vendrán de vuelta aquí para ser reasignados y el proceso empiece nuevamente, sólo que ya no andarán perdidos y recordarán las veces que han ido a la Tierra. En ocasiones tienen suerte y la reasignación es con cita y no tienen que hacer la fila, pero jejeje, no esperen que eso pase en algún momento cercano. Bueno ya que saben la información, pasen a ver el video y así informarse de los otros detalles de la Tierra y luego una vez les entreguen sus números ingresen a la fila de “Envío de 3 a 5 Días” para que puedan ser enviados. Hasta aquí yo los dejo, éxito a todos.

Después de unas horas viendo los videos y de ir comprendiendo más sobre la razón de ser y el significado del viaje, el nacimiento, crecimiento, desarrollo y muerte, con cada nueva imagen proyectada ante mis ojos, me daba cuenta de que no entendía el por qué me tenían que decir a dónde ir, qué hacer, etc.

Luego del video empezamos a hacer la fila de Envío a la Tierra. Esta vez organizados por número y así decidí hablarle al de adelante que parecía más contemporáneo que aquél primer hombre del cual estuve detrás.

[132467] – Oye ¿y a ti qué te parece todo esto?

[132466] – ¿De qué hablas?

[132467] – Pues eso de tener que hacer lo que nos dicen. De que tenemos que llegar y volver cuando ellos digan. Yo creo que eso está mal.

[132466] – ¿Y de qué otra forma podría ser, si no de la cual nos dicen?

[132467] – No sé, acuérdate que soy nuevo en esto también, pero algo tiene que haber.

[132466] – Tú estás loco, por favor no me hables más.

Y así seguía moviéndose la fila, y uno a uno, cada joven era enviado con un buen sellito de “Frágil” en el brazo izquierdo. Faltando diez jóvenes antes que yo, decidí salirme del orden y de la fila. Algo llamó mi atención en la fila de al lado. Había una joven que me miraba atentamente. Era como yo de alto, con la misma bata blanca que llevaba puesta. Con el pelo rubio dorado y un pequeño lunar un poco a la derecha de su boca. Mis ojos se mantenían atados a los de ella y decidí acercármele.

[132467] – ¿Por qué me miras?

[Joven] – Tú eres el que empezó a hacer preguntas en la orientación. Todos están hablando de eso. Sabes si te ven fuera de la fila te meterás en problemas.

[132467] – ¿Quién eres tú?

[Joven] – Yo soy 020519-14657, aunque me gusta que me llamen Marta. Por alguna razón siempre me ponen nombres que empiezan con M, pero ahora mi número es…¡oh oh!, parece que estás en problemas, guapo. Suerte.

En eso le tocó su turno y obviamente se saltaron uno. Y ahí sonó una alarma infernal de esas que no se supone existan más que en el infierno. Los agentes se volvieron locos al percatarse de lo que había sucedido y salieron en búsqueda del causante de tal inestabilidad.

[Agente] – 132467, te dije claramente que no te salieras de la fila. ¿Qué se supone tú crees estás haciendo? ¿Acaso quieres descarrilar esta máquina?

[132467] – Para nada. Yo sólo quería ir a aquella fila. Donde está ell…

[Agente] – Creo que ya se te estableció que no es tu decisión. Tú vas aquí. Y avanza que te toca ir.

[132467] – Pero yo no quiero ir a donde ustedes me digan. Yo quiero tomar esa decisión. El hecho de que sea joven no quiere decir que no sé lo que quiero o que no lo pueda descubrir por cuenta propia.

[Agente] – Mira jovencito del demonio, ¿Acaso quieres que te destruyan? Van a poner que viniste defectuoso y entonces no vas a tener oportunidad alguna de hacer o no hacer lo que tú quieras. Si yo fuera tú, acabaría de meterme en esa fila, y una vez en la Tierra, si tu deseo de hacer lo que quieras es tan fuerte, nadie te podrá detener, aunque no recuerdes este lugar. Así que hazme el favor y entra a la fila.

[132467] – Bueno pero porque yo quiero, no porque se me obliga. Y gracias por el consejo. Puedes estar seguro que no lo olvidaré.

El agente me miró perplejo, como si hubiese cometido un error al decirme eso, en lugar de simplemente empujarme y tirarme por el área de carga que era lo que pensé terminaría haciendo. Por mi propia voluntad entré a la fila y todo volvió a la normalidad, aunque los envíos ese año se atrasaron levemente y mi número se terminó convirtiendo en 132468.

*********

Y así llegué a la Tierra y nací como un bebé normal. Mis padres emanaban felicidad al tener a su pequeño engendro con ellos y me bautizaron con el nombre Antonio, según me dijeron así se llamaba el padre de mi progenitor.

Mis días de niño fueron muy felices. Mis padres me dieron todo lo que podían y me inculcaron muy buenos valores desde el principio. Al llegar a la mayoría de edad empecé a ver las presiones por tomar un camino. Por alguna razón me daba cuenta que todas las fuerzas que me rodeaban me trataban de dirigir en una dirección con la cual no me sentía afín. Como si alguna fuerza cósmica me llevara de la mano a un destino, mas estaba reacio a que fuera así que funcionara todo. Mi madre no podía comprender el porqué de mi forma de pensar y siempre en su buena fe de madre, trataba de orientarme en lo que ella pensaba era lo correcto.

[Madre] – Tienes que estudiar hijo. Tienes que ser alguien en la vida, tener un trabajo y así puedas mantener a tu propia familia. De eso se trata la vida. De crecer, trabajar, criar y poder mirar atrás y sentirte orgulloso de tu herencia.

Yo la escuchaba, y aunque sus palabras se grababan firmemente en el interior de mi cráneo, la duda siempre circulaba en mi cabeza. Era imposible que la vida sea una esclavitud, pensaba. Es totalmente imposible el que un mundo tan grande, con tantas posibilidades, con tantas cosas que hacer y yo estuviera limitado a un área terrena tan pequeña por un falso sentimiento de patriotismo, que más que amor era odio por lo demás. Simplemente una forma subliminal de atar a alguien a un lugar en específico. Aun así me embarqué en mis estudios como mis padres quisieron, y siguiendo los pasos predestinados.

Comencé mi carrera estudiando en el exterior y en mis vacaciones visitaba a mis padres. Fue en una de esas vacaciones que conocí a una chica y me enamoré de ella. A medida que pasaba el tiempo el plan se iba estructurando más y más y todo engranó y seguramente se escuchaban los gritos de celebración en el cuarto de control del comité Interestelar de Almas Nuevas. Seguro algún agente se tiro un “puñeta, al fin entendió”. Qué pena que no duró por mucho tiempo.

Un día, mi joven persona se levantó y todo eso que hacía sentido, dejó de hacerlo. Mi carrera universitaria no era lo que quería, mis planes me ataban de disfrutar más allá la vida y esa mujer a la cual juraba que amaba, de la noche a la mañana sentí granos de duda caer sobre mis hombros. Mi desilusión no fue inmediata, pero poco a poco los que estaban a mi alrededor se fueron dando cuenta. Ella me abandonó por alguna razón que no viene al caso, mis notas decayeron y terminé saliéndome de la universidad y todo ese grandioso plan se fue al piso. Mis padres avergonzados ante su grupo social, me dijeron que hasta que no tuviera un diploma universitario no me molestara en darme la vuelta por allí. Para una persona que todo se le está cayendo encima, ese rechazo de los padres puede significar mucho. Cualquier persona de débil carácter hubiese terminado con todo ahí mismo. Quizás eso era lo que querían allá arriba. Lástima que les salí de carácter fuerte.

Estuve un largo tiempo viviendo con unos amigos fuera de mi país natal, durmiendo en sofás, alfombras y hasta carros. Mi vida era caos. Un día mientras caminaba por el parque encontré un periódico que levitaba entre las invisibles corrientes de viento. El contacto inicial con este fue un tanto desagradable ya que tenía goma de mascar adherida y sabrá dios cuantos zapatos le pasaron por encima. Pero lo interesante fue lo que me llamó la atención. Un anuncio donde se buscaba un asistente personal. No pedía casi experiencia y sonaba como algo que podía hacer en lo que enderezaba mi vida. Así que decidí ir y solicitar. Era un trabajo que requería muy poca experiencia y lo obtuve sin tener que pestañear dos veces. Era de los primeros en llegar y de los últimos en salir y en muchas ocasiones tenía encontronazos con la gerente pues era más eficiente que ella. ¡Cómo odiaba trabajar para inepto! Mi trabajo siempre era excelente, pero tenía problemas con la autoridad. Siempre hacía más de lo que se me pedía y por supuesto a mis superiores no le gustaba el hecho de que el jovencito los hiciera ver como los incompetentes que eran.

Una mañana de otoño, la supervisora nos anunció que se tomarían las fotos de los empleados ese día afuera. Poco a poco todos los trabajadores fuimos llegando al patio. No era un lugar muy grande pero había espacio para que todos saliéramos. Había unos árboles frondosos con sus escamas pintadas de color rojo, marrón y oro, típicos de la temporada. Las ardillas usaban sus dientes para coquetear con los exabruptos del árbol y atacaban a todo aquel que osara acercarse a su alimento y entretenimiento.

Los empleados estábamos siendo organizados de frente a estos árboles para que la foto se viera un tanto más colorida. Según las divisiones en la oficina, fuimos colocados. Aunque era una compañía de tamaño mediano, no todo el mundo se conocía, aunque los rumores llegaban siempre y de mí siempre había algo que decir, fuera bueno o malo. Muchos se preguntaban cómo pasé los tres meses de probatoria. Honestamente yo no sé.

Estaba yo junto con mi grupo en la esquina superior derecha pero mis ojos no miraban hacía la cámara donde miraban los demás. Mis ojos circunnavegaban el medio del conglomerado de empleados, específicamente otro par de ojos que me miraban de manera cautelosa. Con la curiosidad de un niño que se asombra por los colores que emanan del televisor en un programa infantil, decidí averiguar quien andaba detrás de aquellos ojos que me observaban tan arduamente pero asegurándose que más nadie se percatara. Comencé a descender escalones y a pasar entre medio de compañeros de trabajo.

[Antonio] – ¿Por qué me miras tan fijo?

[Chica] – Tú eres el que siempre hace quedar mal a tu supervisora. Todos están hablando de eso. Sabes si te ven fuera de tu área te meterás en problemas.

Yo sólo tenía preguntas para esta beldad, una detrás de la otra, listas en fila India a ser pronunciadas por mis cuerdas vocales. Mi rostro expresaba el comienzo de una sonrisa pero no me permitía terminarla. Sentía como si estuviera pasando por un deja vú, pero no exactamente.

[Antonio] – ¿Cómo te llamas?

[Chica] – Marinés.

[Antonio] -¿Trabajas aquí? – preguntaba con un interés genuino.

[Marinés] – Voy a salir en la foto. ¿Tú qué crees, tontito?

Esta breve introducción fue interrumpida por un fotógrafo mediocre, de esos que botan de tiendas de departamento por no tener paciencia con los niños pequeños.

[Fotógrafo] – Mira tú, sí tú, el bobo con la bufanda roja. No te salgas de tu sitio. Hazme el favor y regresa allá que me vas a desbalancear la foto.

Me volteé hacia Marinés y le guiñé el ojo. Ella sonrió entre intentos de mantener una cara seria y una compañera que le preguntaba quién rayos era yo. Seguramente era nueva.

La foto quedó horrible después de todo. Resulta que el hombre no era ni fotógrafo, era el ayudante de uno y estaba tratando de hacer dinero por el lado. Pero eso no me importaba. La foto fue testigo de nuestras miradas cruzadas. Por un momento sentí una conexión que no había sentido durante la trayectoria de mi vida ya recorrida. No sabía qué sentía pero fuera lo que fuera, esta desconocida lo traía con ella y así las cosas no se iban a quedar.

Las constantes salidas entre Marinés y yo eran algo que no estaba planeado. Era algo fuera del libreto. Quizás porque no era con ella donde el destino me quería llevar. Quizás porque era una mujer casada y las salidas tenían que ser a escondidas de todos. Era un martirio sufragar los sentimientos que sentía de todos, para que no saliera a flote el encuentro que ella y yo llevábamos. Definitivamente esto tendría molesto a muchos y no solamente a su esposo. En algún lugar desconocido otra alarma infernal debía estar sonando. Como si este encuentro pudiera afectar muchas más cosas de lo que uno pensara. Y por esto, intentarían detenerlo a cualquier costo. Pero todo marchó de esa manera.

Yo disfrutaba de la soledad de caminar por las noches luego de salir de la oficina. Sentía una paz que era totalmente inalcanzable en cualquier otro momento. Sólo él, la oscuridad, el húmedo asfalto quebrantado y las ratas aladas que disfrutan asustar a la gente cuando emprenden su vuelo. En momentos como ese el universo era para mí, y la mente se aclaraba y las estrellas eran recordatorios que me hacían buscar el norte.

Era templada esa noche y mi mente trabajando horas extras no se percató en par de luces que se acercaban con gran rapidez interrumpiendo mi estado pensante. Un coche se acercaba a toda velocidad hacia donde me encontraba. Poco antes de pasarme por encima, se detuvo. No se me hizo difícil reconocer el auto enseguida.

[Antonio] – ¿Te puedo ayudar en algo?

[Hombre] – Claro que puedes. Mira en el asiento de atrás, amigo.

Con cautela me dirigí hacia el coche que aun permanecía con el motor corriendo. Mis pasos sigilosos se acercaban lentamente al carro para no recibir ninguna sorpresa no agradable. Aun así nada pudo prepararme para lo que vería. Un hombre detenía a Marinés con un cuchillo al cuello. Se notaba que había forcejeado e intentado escapar ya que su cuello estaba rojo aunque no había sangre. Sus manos estaban atadas con el cordón de un zapato y en su boca una media.

[Hombre] – Las amenazas Toni, no son para ignorar. Te dije que te alejaras de mi esposa. ¿Verdad que te lo dije? Te dije que no me iba a quedar sentado de brazos cruzados mientras me la arrebatabas. Bueno, mira lo que has causado tú ahora.

[Antonio] – José Miguel, acéptalo. Ella no quiere estar contigo. Firma el maldito papel de una vez. Esto que haces está mal y lo sabes.

[José Miguel] – Puede ser que esté mal, pero alguien hoy va a morir. Ya está decidido. Yo preferiría que fueras tú. Pero ¡hey!, no siempre se obtiene lo que se quiere, ¿no es así? Además, mira la noche. Es una excelente noche para morir.

[Antonio] – Bájala del carro. Si quieres hablarme, tengo que ver que ella esté bien primero. Luego tú y yo arreglamos cuentas.

José Miguel decidió no darle más larga al asunto y asintió. Marinés temía por su vida. Sus ojos estaban llenos de pavor y su corazón palpitaba a la velocidad de un pura sangre en el hipódromo. Me le acerqué y le hice un gesto con los ojos lo suficientemente sutil como para que los hombres no lo vieran. Ella dudó de lo que quise decir con el gesto.

[José Miguel] – Ok Toni, suficiente. Vienes para acá ahora y esto es lo que va a pasar y así como te diga va a ser, ¿Entiendes?

Me di media vuelta y podía ver de frente a José. Con un par de pasos estaba frente a frente al hombre que me apuntaba con un arma. Con un rápido movimiento golpeé la quijada del tipo con la parte inferior de la palma de mi mano, haciéndole perder el balance, y enseguida traté de arrebatarle el arma de fuego. A la misma vez Marinés con un buen codazo, golpeó al otro hombre que la aguantaba y luego de una buena patada en esa área donde todos los hombres ofrecemos dolor de simpatía cuando escuchamos semejante estruendo, salió corriendo calle arriba a esconderse tras los árboles.

Yo aún seguía forcejeando con José y luego de revolcarnos por el suelo e intercambiar un par de golpes sólidos, logré quitarle el arma y lanzarlo al suelo, cerca de su adolorido amigo.

[Antonio] – Ahora yo tengo el arma. Hazme el favor de montarte en el coche y largarte de aquí. Firma el maldito papel y olvídate de ella. No desea estar contigo. ¿Es tan difícil entender eso?

[José Miguel] – Ella es mía. MÍA. Me tocaba a mí. Tú me la arrebataste. No tenías derecho. Ella era para mí.

[Antonio] – Márchate. No me obligues a usar esta arma. Aprende a pensar por ti mismo y a entender que no hay una forma de vivir. La haces tú. Esta vez te toca sin ella.

José Miguel se levantó, se secó el sucio mezclado con lágrimas y sudor. Se trató de sacudir la camisa y algún intento de dignidad.

[José Miguel] – Bien, pero ten por claro que esto no termina aquí.

José y su amigo se marcharon a toda prisa del lugar. Caí sentado, tratando de procesar toda la información que mi cerebro se rehusaba a asimilar. Mis manos temblaban pero no de miedo a morir, sino de cierta felicidad. Sentía como si se suponía debiera morir y había logrado cambiar el rumbo de mi destino. Era un sentimiento difícil de explicar y de imaginar. Algo así como los Medias Rojas ganar el campeonato del béisbol. Un grito a lo lejos se escuchaba entre los árboles secos que acorralaban el frío asfalto.

[Marinés] – Toniii, ¿ya se fueron?

[Antonio] – Sí mi amor, ven para acá. Todo está bien.

La recibí con mis brazos abiertos y con el humentín que las chimeneas de nuestros rostros eximían, juntamos nuestros labios en un tibio beso en aquella templada noche. La miré tiernamente para luego perderme en la espesura de la oscuridad celestial.

[Marinés] – ¿Qué sucede? ¿Qué buscas allá arriba que no puedas tener aquí?

[Antonio] – Nada. Es una sensación rara. Pero algo sí está claro, hoy era una muy buena noche para morir.

Como el eco en un cuarto vacío luego de lanzar una piedra contra la pared, así sonó el lugar donde nos abrazábamos, luego de que el fragmento metálico atravesara nuestros dos cuerpos. El frío de la noche se empezó a intercalar con el frío de la sangre que corría de nuestros pechos, como río salvaje luego de un golpe de agua. Fue un golpe directo por la espalda mía, saliendo por la espalda de ella. Si alguna vez íbamos a estar unidos en sangre y alma, este era el momento.

[José Miguel] – Ahora termina idiota. Ahora termina. Siempre hay que asegurarse que uno no tenga otra arma imbécil. – gritaba el maldito mientras huía a toda prisa del lugar.

Las palabras no salían y las lágrimas abundaban. Por mi culpa y sólo por mi culpa, ambos estábamos pagando el precio máximo de vivir. El costo de no saber qué hacer con mi vida y querer cambiarla cada vez que deseaba no sólo me costó la vida, sino la de la mujer que amaba. En un último suspiro le susurré al oído un par de palabras “nos veremos de nuevo”. Allí permanecimos, uno encima del otro, al borde de una callada ruta asfaltada, cubierta por el rocío de la noche.

**********

Todo estaba oscuro. Sólo tres velas a la distancia brindaban una guía a tal tenebrosa localización. No sabía dónde estaba, cómo había llegado y lo único que hacía era buscarme la abertura que dejó la bala, pero no la encontraba. Me puse de pie, y comencé a caminar. Una luz blanca de forma circular apareció debajo de mis pies y me seguía muy de cerca cada paso que daba. Mi meta seguía siendo esas tres velas que con cada paso más cerca parecían estar.

[Mujer] – Bueno, tremendo reguero nos has dejado. Definitivamente eres tan cojonudo como el Creador.

[Antonio] – ¿Quién habla? ¿Dónde estás? ¿De qué Creador hablas? Enseña tu cara.

El cuarto se alumbró y justo al frente de las velas que descansaban en una especie de mueble contra la pared, había un escritorio tallado en madera con un mantel blanco con bordados dorados. Tres jóvenes y deliciosamente atractivas mujeres se encontraban sentadas detrás de él. Cada una con una mirada más penetrante que la otra.

[Antonio] – ¿Quiénes son ustedes?

[Mujer] – Eres el primero en mucho tiempo en ser traído ante nosotras. Por lo general nos gusta correrlo todo tras bastidores, pero tú no ibas a permitirnos eso. ¿No es así? Tú y tu insignificante pasión por ser diferente y correr las cosas a tu manera. Eres nada más que un estorbo en una maquinaria bien aceitada y los estorbos son sacados del medio. Y eso fue lo que nos obligaste a hacer. Interferir y sacarte cuanto antes del caos que estabas creando allá abajo. Arruinaste tres vidas y las que se afectaron por consecuencia.

[Antonio] – Bien, eso responde la pregunta que iba a hacer después, pero todavía no me han contestado lo que pregunté. A menos que quieran que les ponga nombre yo. (risa sarcástica)

[Mujer] – Eres un insolente. Si supieras con quién hablabas, no te atreverías a ser tan descarado.

[Antonio] – Bueno, pues alúmbrenme.

[Mujer] – Nosotras somos las protectoras de la máquina, somos las encargadas de correr a nivel Interestelar el Sistema de Almas, somos las hijas de la diosa de la necesidad: somos Las Moirai, o en términos que puedas entender, somos el destino. Mi hermana Koltho, en la otra esquina, es tejedora de la cuerda de la vida, Lakhesis determina el largo de la cuerda y yo, Atropos, corto la cuerda cuando el tiempo apropiado para morir le ha llegado a la persona. Por lo general delegamos el trabajo ya que son muchas almas para nosotras tres solas encargarnos. Y ya que el proceso es re-generativo nos absorbería todo el tiempo que tenemos. Pero casos importantes a nuestra atención, nos encargamos personalmente. No has dicho nada. ¿Demasiada información para digerir?

[Antonio] – Así que ustedes decidieron acortar mi vida en la Tierra y no sólo eso, sino llevarse a Marinés conmigo. ¿Qué demonios les ha hecho ella a ustedes?

[Atropos] – ¿No acabas de entender? Esto no es algo personal. Esto es una maquinaria que tiene su forma de trabajar. Las cosas funcionan como tienen que funcionar, si no, se descarrila la máquina. Te debes sentir afortunado. En cualquier otro momento ya te hubiesen mandado a la infinidad de algún agujero negro a perspirar pesadillas el resto de la eternidad. Ella no era para ti, su futuro fue corrompido por tu desquicie y tu necesidad de poseer lo que te dio en gana. Tú acabaste con su vida, no nosotros. Fue tu decisión.

[Lakhesis] – Además es sólo una vida. Aprenderás eso con el tiempo. Tendrás muchas más oportunidades de bajar, siempre y cuando entiendas que hay un proceso que tienes que seguir.

[Koltho] – No te debes preocupar por ella. Ya está siendo preparada para volver.

[Antonio] – ¿Y eso es todo lo que hay?

[Atropos] – ¿Qué quieres decir con eso?

[Antonio] – ¿Que si eso es todo lo que el Universo tiene para ofrecer? Un viaje de ida y vuelta y vuelta y vuelta sin descanso. Una y otra vez de la Tierra aquí, de aquí a la Tierra.

[Lakhesis] – Existen otros planetas. Otros mundos que nada tienen que ver con la Tierra.

[Antonio] – Pero siguen encapsulando nuestras almas. ¿Acaso parecemos agua para embotellar y embarcar como les plazca? Ustedes podrán correr el sistema Interestelar de Almas, pero quién les ha dicho que pueden esclavizarnos y obligarnos a vivir una eternidad de peones, de cuerpo en cuerpo, ¿Tratando de aprender qué? Si cada vez que volvemos olvidamos todo y regresamos con los mismos miedos, y con más complicaciones. Es imposible que esto sea todo. Yo me niego a aceptar sus órdenes y exijo hablar con sus superiores.

Mi comportamiento debió molestarles más de lo que pensé, mas sin embargo permanecieron tan calmadas como el Mar Caribe en todo su esplendor. Sin permitirse ver enojadas. Un aire de superioridad emanaba de ellas pero tan palpable como el de un humano tratando de hacerse más de lo que puede ser.

[Atropos] – ¿Ves esto?

[Antonio] – Un cordón. Asumo que ese es el de mi reciente visita a la Tierra. Bonito memento.

[Atropos] – Es el cordón de tu alma, no de tu vida pasada. El de tu existencia. Esto es lo que te permite estar aquí hablando con nosotros.

Por un momento perdí el habla y mis ojos se clavaron en aquel pedazo de tela.

[Antonio] – ¿De qué está hecho?

[Koltho] – Está hecho de la tela del tiempo. Es un poco más grueso que los de una vida regular, ya que éste representa toda tu existencia. Además no estamos en libertad de cortarlos sin autorización. Pero no se puede definir en el contexto físico terrestre al cual estás acostumbrado. Es tan frágil como el cuerpo en que viviste allá abajo.

[Antonio] – Nunca imaginé tal cosa. ¿Qué acaso las almas no somos eternas?

[Atropos] – Un alma no tiene por qué desaparecer, mas no significa que no puede dejar de hacerlo.

[Antonio] – Y si todos tenemos un destino y una misión y un trabajo, cómo explican esas personas, esos líderes espirituales, no a los falsos que profetizan, sino a los que buscan la luz interna y se separan de la sociedad. Cómo a ellos les permiten hacer lo que les da la gana.

[Atropos] – Dado el caso de que no vas a recordar nada, no veo porque no pueda decírtelo. Esas personas no son parte del sistema Interestelar. Están en la Tierra por decisión propia. No tenemos control sobre ellos.

[Antonio] – Entonces yo estaba en lo correcto. Sí hay vida fuera de la cárcel ésta que ustedes conducen. Yo me rehúso a seguir participando.

[Atropos] – Lamentablemente para ti eso no es negociable. Y ahora que estas más calmado te diré lo que vas a hacer empezando por tu próximo envío. Y esta vez sin trucos, ¿De acuerdo? No hay escapatoria, así son las cosas y tienes que aceptarlas. No vas a ganar nada. Compréndelo.

Por un momento bajé la cabeza como si asintiera a lo que me estaban diciendo. Haciendo un gesto hacia donde estaban colocados los envases con las cuerdas del tiempo de las almas en el Sistema, les dirigí la palabra.

[Antonio] – Antes que hagan lo que tengan que hacer conmigo. ¿Podría pasar allá atrás y sostener uno de esos tubos en mi mano? Necesito al menos tener contacto con ellos. Creo que sería de la única forma de llegar a estar en paz conmigo mismo.

[Atropos] – De verdad debes ser bastante ingenuo. Me matas de la risa. ¿Crees tú que no puedo ver a través de tus palabras? ¿Pero sabes qué? Teniendo en consideración el hecho de que cargo en mi mano con TU soga, no veo por qué no podrías cargar cualquier otra. Adelante, pasa y mira, aprovecha mientras tienes… ¿Tiempo? – Y soltó una sutil carcajada, como el de una mujer tratando de mantener su postura de alta sociedad luego de escuchar un comentario jocoso de algún comediante vulgar.

Pasé detrás del escritorio. Era una pared infinitamente alta, toda cargada con molduras especiales que cargaban los envases que sostenían las sogas. Había justo frente a mí una moldura vacía que asumí era la que sostenía mi soga. Tracé mis dedos por encima de ellas como se le pasa a una mascota que pide una caricia de su amo. Luego tomé la que estaba justo después de ella.

[Atropos] – ¿Satisfecho?

No le contesté porque mis ojos estaban atados a ese pequeño pedazo de soga hecho del tiempo. De mi tiempo.

[Atropos] – ¿Ha perdido la audición joven? Le pregunté ¿qué si estaba de acuerdo?

La oscuridad me trajo recuerdos de mi recién acabada vida. No había brisa ya que el cuarto era cerrado, pero mis nudillos generaban un estruendo de un par de decibeles al ajustarse entre sí. Estaba yo justo en frente de ellas, sentadas como las hijas de Dioses que eran, sintiéndose dueñas del lugar.

[Antonio] – Les pregunto. ¿Qué sucedería si yo decidiera acabar con mi propia existencia. Y no hablo de una vida terrestre, sino de mi alma.

[Atropos] – Dejarías de existir.

[Antonio] – ¿Dejaría de existir o sería mi alma libre de esta esclavitud y por ende libre para viajar a donde sea ese destino final que ustedes no nos permiten alcanzar?

[Atropos] – Estás hablando locuras. De todas maneras, eso es imposible. Necesitarías tener tu soga en tus manos y esa que tienes ahora no es la tuya. Así que no hagas planes ilusos y deja de fantasear. Ahora prepárate para regresar a la fila.

[Antonio] – ¿Saben algo chicas? Me gustaría seguir charlando pero tengo un compromiso previo. Pero antes de irme, ¿Alguna de ustedes recuerda un incidente acá arriba, hace unos veinticinco años humanos?

Por un segundo entero las tres se quedaron inmóviles, para luego levantarse con la mayor de las prisas hacia donde mí. Había logrado lo que nadie. Había burlado la inteligencia de El Destino. Con un movimiento bastante calculado y con mucha agilidad, tomé la soga por ambos extremos y con toda mi fuerza tiré para cada extremo. Con una sonrisa un tanto pícara les susurré a las mujeres “Esta sí es una buena noche para morir”.

Y así con la fuerza de un predador animal, partí la soga que me ataba a ese mundo de almas beduinas, trabajando día tras día sin descanso. Mi desaparición fue casi inmediata, como si al momento de cortar la soga mi mente recibiera toda la información que necesitaba, toda la información que se me había negado.

Y desaparecí de una vez y por todas, liberándome de la carga de recibir órdenes y al final fue la valentía y la carencia del miedo a ser libre, las que me permitieron encontrar el lugar donde todo está bien, nada está mal y somos libres para ser nosotros mismos. Y es por eso que te hago este cuento, para que tú encuentres tu manera de salir. Adelante, atrévete a soñar y ser libre.

FIN

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